¡Hola a todos!
Mi abandono es algo notable, pero con todo lo de la facultad me es imposible escribir. Debería ser más regular, lo sé. Ahora, por más que los finales aún no asomen sus orejas, el TFG requiere el poco tiempo libre del que disponía. Así que, hasta que el bikini y el pareo no se convierta en nuestro atuendo regular no creo que pueda dedicarme al blog como una rutina.
No obstante, eso no quiere decir que de vez en cuando aparezca y os deje algo nuevo. Este microrrelato es totalmente reciente. La semana pasada estaba en mi piso con mis compañeras, me senté en mi sofá, agarré mi portátil y decidí que no me levantaría hasta que no tuviera algo decente, y creo que lo he conseguido, al menos a mi parecer. Así que, como siempre os digo, espero que os guste y mil gracias por gastar un poco de vuestro tiempo en mí. Un beso muy fuerte a todos.
Otro día más.
Mi café aún
está lleno. Agarro con una mano el periódico y ojeo los titulares en negro. Doy
un ruidoso sorbo y continuo leyendo lo que, a mi parecer, es relevante.
Muertes, catástrofes y política; eso leo. Lanzo contra mi chaise longue el periódico enrollado con rabia y me levanto
deslumbrada por el sol.
Apoyo contra
el cristal de la ventana mi antebrazo y contemplo a mi alrededor. Mujeres
corriendo al compás de la música que ensordece sus oídos y hombres girándose al
unísono para deleitarse con sus tersos y firmes traseros. Sonrío ante la
simplicidad de la especie humana. Enciendo un cigarro, doy una calada y exhalo
lentamente el humo alojado en mis pulmones.
Clavo la vista
en la cegadora luz solar y reflexiono acerca de los pequeños placeres de la
vida; para mí, tomar café y saborear los rayos de sol mientras me ahogo en el
humo de mi cigarro.
I. Baltanás
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