Genios eternos: Garcilaso de la Vega.

¡Hola amigos! Espero que os vayan bien las cosas. Desde hace unos días el estrés se ha apoderado de mi vida, y, la verdad, creo que aún queda un poco para que se vaya. No obstante, he buscado un ratito para compartir estas grandes piezas de la literatura con vosotros. Hace unos días, comencé a estudiar a Garcilaso de la Vega. Siempre había tenido una visión de él equivocada, y me he dado cuenta de que no era como pensaba. La belleza que describe Garcilaso en sus composiciones es apoteósica.

Para situaros un poco: Garcilaso, en el S. XV, trabaja la poesía castellana que se recogía en cancioneros. Era una poesía que procedía del amor cortés, aunque sus elementos y temas estaban hiperbolizados. Se destaca la Belle dame sans merci, mujer altiva y cruel ante el desdichado enamorado que intenta acceder a ella. En muchas ocasiones, este debía callar sus sentimientos hacia la amada para no causarle ningún perjuicio. Como vamos a ver en la Copla III de Garcilaso, esta introducción y contextualización se amolda perfectamente a lo que he comentado con anterioridad.



Copla III
Yo dejaré desde aquí
de ofenderos más hablando,
porque mi morir callando
os ha de hablar por mí.

 Gran ofensa os tengo hecha
hasta aquí en haber hablado,
pues en cosa os he enojado
que tan poco me aprovecha.
Derramaré desde aquí
 Mis lágrimas no hablando,
porque quien muere callando
tiene quien hable por sí.

Por otra parte, me gustaría enseñaros uno de los sonetos que más admiro de este gran genio literario. Se observa, claramente, la influencia renacentista y el deseo por retomar la antigüedad clásica. Espero que os enamore Garcilaso tanto como me enamoró a mí. Me gustaría hacer una reseña un poco más detallada de él, para poder comentar con detenimiento las palabras tan maravillosas que fluyeron de su pluma.

Soneto XIII

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que’l oro oscurecían:
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo’staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!


Garcilaso de la Vega.




Un beso y mil gracias por leer. :)









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